Anunciación y encarnación del hijo de Dios
Desde aquel momento Dios comenzó a tener a un adorador infinito y el mundo un Salvador y mediador omnipotente. Para la realización de este gran misterio ha sido escogida solamente María, que cooperó libremente, consciente y generosamente al gran plan de Dios para salvarnos.
Viene espontáneo recordar las palabras del Evangelio “ Tanto amó Dios al mundo que envió a su hijo para Salvarnos” (Jn 3,16) . Y la Inmaculada siempre Virgen María esta estrechamente e indisolublemente unida a la obra de nuestra salvación, a a las intervención de la Santísima Trinidad para salvar a toda la humanidad.
Dios a lo largo del Antiguo Testamento, guardo con celo el Misterio de su naturaleza Trinitaria ( un solo Dios en tres divinas personas) , para manifestarlo como “regalo precioso” por primera vez a la criatura que tenía que ser su Madre: la Virgen María. ¡ Lo más bello y lindo para la Madre .!
De hecho reveló a María que la omnipotencia de Dios Padre y por Obra del Espíritu Santo, se encarnará en su seno el Hijo de Dios. María queda profundamente inundada de la luz de Dios, en un éxtasis de amor y de fe.
Bastaron pocas palabras en el diálogo humilde con el Árcangel Gabriel, para abandonarse completamente a la Voluntad de Dios y dar su consentimiento pleno y total con su FÍAT, SI, HÁGASE. Y… fuimos salvados.
El “Sí” de María
Hace 2,000 años , el Arcángel Gabriel -que significa “Hombre de Dios”- fue enviado por Dios a Nazareth- que significa “ciudad blanca”- a donde una doncella muy joven, quizás de unos 15 años, llamada María - que significa Mar. Estrella, flor, sublime, amada por Dios.
Le dijo el ángel: “Alégrate, llena de Gracia sobreabundante, el Señor es contigo”.
Gozo y alegría porque viene anunciada la Buena Nueva y el nombre nuevo de María, es “Llena de Gracia”, eso es, inmaculada, sin pecado, blanca, tanto para estar en armonía con la blancura de su ciudad; purísima, inocente.
María es el nuevo trono de Dios y de las gracias, la Madre de la Divina Gracia..
Frente a este saludo divino, que es al mismo tiempo una misión, una vocación, y un Compromiso con Dios, María siente un santo temor; es natural. Por eso el ángel le dice: “ No temas María, porque has encontrado gracia, el favor de Dios: concebirás y darás a luz un hijo.”
Al ser llamada por su nombre, María se tranquiliza un poco.
“Concebirás” por obra divina, por acción directa del Espíritu Santo, de una manera única y sobrenatural. Es cosa de Dios, nadie debe intervenir, ni hoy , ni en el futuro. “Al hijo le pondrás por nombre JESÚS, es decir “YAHVE SALVA”, o sea SALVADOR”. El hecho que Jesús recibe el nombre de un ángel, demuestra que todo en El viene de lo alto. El ángel pasa de sorpresa en sorpresa añadiendo: “ El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Claro está que no se trata del espíritu profético, sino del Espíritu Divino, potencia creadora, que crea la vida de este niño único, verdadero Dios y verdadero hombre; se trata del Espíritu santo.
Se trata de una Nueva Creación, del Nuevo Adán, del siervo de YAHVE, de aquel que salvará toda la humanidad. Sólo Dios será su Padre y María, su Madre. Por eso todos los que tienen a Dios por Padre, tendrán a María por Madre.
Siguió a las palabras del ángel un instante de silencio en el Cielo y en la Tierra, el silencio más importante de toda la historia. Dios mismo se silenció esperando con trepidación la respuesta de una quinceañera, humilde y santa.
Y María pronunció su “SI”, su “Hágase” con toda su alma, con todo su Ser, y lo hizo en nombre de todos nosotros los Salvados, por su hijo , el “Salvador”.
En aquel instante sucedió algo más grande que la creación del sol, las estrellas, los mares, montañas y de los mismos hombres y ángeles. El hijo de Dios, el verbo eterno, a palabra, el Salvador del mundo, se hizo Hombre, se hizo niño, comenzó a vivir en el seno de la Virgen, alimentándose de la misma sangre, latiendo su corazón al unísono con aquel de la madre. Jesús está perfectamente consciente de todo lo que pasa en el seno de María, conoce todo el proceso biológico, todos los movimientos de su madre, escucha perfectamente sus palabras y conoce sus afectos inquietudes y alegrías.
Se inicia un divino misterio de Amor.
an Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno purísimo de la Virgen María. Es el día más grande y exaltante para la Virgen María de Nazareth, porque Dios irrumpió en su vida con su presencia y con su gracia. El verbo de Dios, el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad se hizo Hombre, asume la naturaleza humana, quedando unido para siempre a la raza humana, con un Alma creada para Él, como Dios hace para cada hombre en el momento de la concepción. Mantuvo intacta su Divinidad: Jesús hijo de María, Verdadero Dios y verdadero Hombre.
Desde aquel momento Dios comenzó a tener a un adorador infinito y el mundo un Salvador y mediador omnipotente. Para la realización de este gran misterio ha sido escogida solamente María, que cooperó libremente, consciente y generosamente al gran plan de Dios para salvarnos.
Viene espontáneo recordar las palabras del Evangelio “ Tanto amó Dios al mundo que envió a su hijo para Salvarnos” (Jn 3,16) . Y la Inmaculada siempre Virgen María esta estrechamente e indisolublemente unida a la obra de nuestra salvación, a a las intervención de la Santísima Trinidad para salvar a toda la humanidad.
Dios a lo largo del Antiguo Testamento, guardo con celo el Misterio de su naturaleza Trinitaria ( un solo Dios en tres divinas personas) , para manifestarlo como “regalo precioso” por primera vez a la criatura que tenía que ser su Madre: la Virgen María. ¡ Lo más bello y lindo para la Madre .!
De hecho reveló a María que la omnipotencia de Dios Padre y por Obra del Espíritu Santo, se encarnará en su seno el Hijo de Dios. María queda profundamente inundada de la luz de Dios, en un éxtasis de amor y de fe.
Bastaron pocas palabras en el diálogo humilde con el Árcangel Gabriel, para abandonarse completamente a la Voluntad de Dios y dar su consentimiento pleno y total con su FÍAT, SI, HÁGASE. Y… fuimos salvados.
El “Sí” de María
Hace 2,000 años , el Arcángel Gabriel -que significa “Hombre de Dios”- fue enviado por Dios a Nazareth- que significa “ciudad blanca”- a donde una doncella muy joven, quizás de unos 15 años, llamada María - que significa Mar. Estrella, flor, sublime, amada por Dios.
Le dijo el ángel: “Alégrate, llena de Gracia sobreabundante, el Señor es contigo”.
Gozo y alegría porque viene anunciada la Buena Nueva y el nombre nuevo de María, es “Llena de Gracia”, eso es, inmaculada, sin pecado, blanca, tanto para estar en armonía con la blancura de su ciudad; purísima, inocente.
María es el nuevo trono de Dios y de las gracias, la Madre de la Divina Gracia..
Frente a este saludo divino, que es al mismo tiempo una misión, una vocación, y un Compromiso con Dios, María siente un santo temor; es natural. Por eso el ángel le dice: “ No temas María, porque has encontrado gracia, el favor de Dios: concebirás y darás a luz un hijo.”
Al ser llamada por su nombre, María se tranquiliza un poco.
“Concebirás” por obra divina, por acción directa del Espíritu Santo, de una manera única y sobrenatural. Es cosa de Dios, nadie debe intervenir, ni hoy , ni en el futuro. “Al hijo le pondrás por nombre JESÚS, es decir “YAHVE SALVA”, o sea SALVADOR”. El hecho que Jesús recibe el nombre de un ángel, demuestra que todo en El viene de lo alto. El ángel pasa de sorpresa en sorpresa añadiendo: “ El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Claro está que no se trata del espíritu profético, sino del Espíritu Divino, potencia creadora, que crea la vida de este niño único, verdadero Dios y verdadero hombre; se trata del Espíritu santo.
Se trata de una Nueva Creación, del Nuevo Adán, del siervo de YAHVE, de aquel que salvará toda la humanidad. Sólo Dios será su Padre y María, su Madre. Por eso todos los que tienen a Dios por Padre, tendrán a María por Madre.
Siguió a las palabras del ángel un instante de silencio en el Cielo y en la Tierra, el silencio más importante de toda la historia. Dios mismo se silenció esperando con trepidación la respuesta de una quinceañera, humilde y santa.
Y María pronunció su “SI”, su “Hágase” con toda su alma, con todo su Ser, y lo hizo en nombre de todos nosotros los Salvados, por su hijo , el “Salvador”.
En aquel instante sucedió algo más grande que la creación del sol, las estrellas, los mares, montañas y de los mismos hombres y ángeles. El hijo de Dios, el verbo eterno, a palabra, el Salvador del mundo, se hizo Hombre, se hizo niño, comenzó a vivir en el seno de la Virgen, alimentándose de la misma sangre, latiendo su corazón al unísono con aquel de la madre. Jesús está perfectamente consciente de todo lo que pasa en el seno de María, conoce todo el proceso biológico, todos los movimientos de su madre, escucha perfectamente sus palabras y conoce sus afectos inquietudes y alegrías.
Se inicia un divino misterio de Amor.
Amor puro, santo, total.
Desde aquel momento Dios comenzó a tener a un adorador infinito y el mundo un Salvador y mediador omnipotente. Para la realización de este gran misterio ha sido escogida solamente María, que cooperó libremente, consciente y generosamente al gran plan de Dios para salvarnos.
Viene espontáneo recordar las palabras del Evangelio “ Tanto amó Dios al mundo que envió a su hijo para Salvarnos” (Jn 3,16) . Y la Inmaculada siempre Virgen María esta estrechamente e indisolublemente unida a la obra de nuestra salvación, a a las intervención de la Santísima Trinidad para salvar a toda la humanidad.
Dios a lo largo del Antiguo Testamento, guardo con celo el Misterio de su naturaleza Trinitaria ( un solo Dios en tres divinas personas) , para manifestarlo como “regalo precioso” por primera vez a la criatura que tenía que ser su Madre: la Virgen María. ¡ Lo más bello y lindo para la Madre .!
De hecho reveló a María que la omnipotencia de Dios Padre y por Obra del Espíritu Santo, se encarnará en su seno el Hijo de Dios. María queda profundamente inundada de la luz de Dios, en un éxtasis de amor y de fe.
Bastaron pocas palabras en el diálogo humilde con el Árcangel Gabriel, para abandonarse completamente a la Voluntad de Dios y dar su consentimiento pleno y total con su FÍAT, SI, HÁGASE. Y… fuimos salvados.
El “Sí” de María
Hace 2,000 años , el Arcángel Gabriel -que significa “Hombre de Dios”- fue enviado por Dios a Nazareth- que significa “ciudad blanca”- a donde una doncella muy joven, quizás de unos 15 años, llamada María - que significa Mar. Estrella, flor, sublime, amada por Dios.
Le dijo el ángel: “Alégrate, llena de Gracia sobreabundante, el Señor es contigo”.
Gozo y alegría porque viene anunciada la Buena Nueva y el nombre nuevo de María, es “Llena de Gracia”, eso es, inmaculada, sin pecado, blanca, tanto para estar en armonía con la blancura de su ciudad; purísima, inocente.
María es el nuevo trono de Dios y de las gracias, la Madre de la Divina Gracia..
Frente a este saludo divino, que es al mismo tiempo una misión, una vocación, y un Compromiso con Dios, María siente un santo temor; es natural. Por eso el ángel le dice: “ No temas María, porque has encontrado gracia, el favor de Dios: concebirás y darás a luz un hijo.”
Al ser llamada por su nombre, María se tranquiliza un poco.
“Concebirás” por obra divina, por acción directa del Espíritu Santo, de una manera única y sobrenatural. Es cosa de Dios, nadie debe intervenir, ni hoy , ni en el futuro. “Al hijo le pondrás por nombre JESÚS, es decir “YAHVE SALVA”, o sea SALVADOR”. El hecho que Jesús recibe el nombre de un ángel, demuestra que todo en El viene de lo alto. El ángel pasa de sorpresa en sorpresa añadiendo: “ El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Claro está que no se trata del espíritu profético, sino del Espíritu Divino, potencia creadora, que crea la vida de este niño único, verdadero Dios y verdadero hombre; se trata del Espíritu santo.
Se trata de una Nueva Creación, del Nuevo Adán, del siervo de YAHVE, de aquel que salvará toda la humanidad. Sólo Dios será su Padre y María, su Madre. Por eso todos los que tienen a Dios por Padre, tendrán a María por Madre.
Siguió a las palabras del ángel un instante de silencio en el Cielo y en la Tierra, el silencio más importante de toda la historia. Dios mismo se silenció esperando con trepidación la respuesta de una quinceañera, humilde y santa.
Y María pronunció su “SI”, su “Hágase” con toda su alma, con todo su Ser, y lo hizo en nombre de todos nosotros los Salvados, por su hijo , el “Salvador”.
En aquel instante sucedió algo más grande que la creación del sol, las estrellas, los mares, montañas y de los mismos hombres y ángeles. El hijo de Dios, el verbo eterno, a palabra, el Salvador del mundo, se hizo Hombre, se hizo niño, comenzó a vivir en el seno de la Virgen, alimentándose de la misma sangre, latiendo su corazón al unísono con aquel de la madre. Jesús está perfectamente consciente de todo lo que pasa en el seno de María, conoce todo el proceso biológico, todos los movimientos de su madre, escucha perfectamente sus palabras y conoce sus afectos inquietudes y alegrías.
Se inicia un divino misterio de Amor.
Amor puro, santo, total.